domingo, 28 de octubre de 2007

distinguido juicio, y selecta cultura sencilla

“ En general los hombres juzgan más por los ojos que por la inteligencia, pues todos pueden ver pero pocos comprenden lo que ven.”
(D. Nicolás Maquiavelo)


Das un paso, en falso, pierdes tiempo, aun pensando. Vuelves tu mirada y vuelas. El quiero y no puedo de lo que no son tormentas.
La lluvia cerrada, burlada, destroquelada y quebrantada; disimulada y meditada para una vez más estar callada y destronada.
¿Por qué río? Porque se pensar. ¿Por qué sonrío?, al saborear la más vulgar mediocridad; pero espero que la puedan repudiar. Maltrato silenciado que fulmine a los bastardos que abuchean la elegancia. Elegancia de las formas burdas pero educadas. Humilde, sencilla que no simple, gentil y llana. Que pasea frente al ventanal de sus casas y la confunden con el mal sentir y general, ridículo ego en particular. Que mueran esos bastardos que insultan a la inteligencia camuflada en ignorante bondad. Que se consuman los que desprecian a la razón con la más ruin, necia e inepta violencia verbal; tentativa fallida de disputa y comparanza con el juicio más ilustrado y que inevitablemente rinde a sus torpes vasallos, más fractura su existencia pues por y con sutil destreza se retira para no manifestar grandiosidad y evitar ni ocasionar fatalidad en sus endebles, bobos y perversos corazones, que resultan en crueles intenciones de derribo.

Pero el mismísimo Cronos esta de su parte y viaja a su paso, al paso de la galanura, educada desenvoltura coronada y aposentada en cortés lugar ejemplar por el viejo y sabio reloj. Inquieta lluvia que confunden con el más retocado de los barrocos, ramplón, ordinario y escandaloso a los ojos de la selecta originalidad sencilla, y a la propia mia.

Más valdrá la pena esperar para poder apreciar y degustar como sus abiertas pupilas vigilan de forma punzante y apuntada. Que nervan al beligerante maltratante y que con sus propias palabras acaba por ahogarse en el más indocto, iletrado y primitivo pantano racional y que es el suyo propio. Hecho que sensibiliza a la garbosa cordura en lástima, pena e impotencia. Pues el distinguido ingenio no quiere pero puede dominar (sin más) y acaba por suspirar en silencio y clamar. Pero en ocasiones sonríe con teatral genialidad cuando la osadía agreste la increpa con comparativas malintencionadas o calumnias, que finalmente y con sosiego calla mas con precisión aplasta y amalgama la mediocre mente neandertal. La justa respuesta en el más calculado momento, pues ella (la elegancia) puede ser como el grosero y malintencionado borrego que la quiso enclaustrar en la más tediosa y absurda necedad radicalmente opuesta a su más pura esencia cultural. Y no por estatus quo si no por lo hábil y felizmente aprhendido; por lo visto y conocido ella se hace notar y envidiar, ella es la virtud de sólo unos pocos y anhelo codicioso de otros tantos.

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