lunes, 26 de marzo de 2007

Imitadores nefastos

Imitaba el mono
al más antiguo y elegante.
Imitiba el mono del fraude...
¡Imita tus bobadas cobarde!
La personalidad enaltece.
Y el que imita, con sus niñeces,
se decanta con su miseria.
Pues cuando se le observa
uno se percata de que no es él mismo, ni ella,
entonces el imitador cae en histeria
y es cuando se conoce su simiez;
que no es más que, ¡pardiez!,
su ignorante metedura de pata.
Y no habla, ni calla. ¡su oratoria es gutural!
que apartada del mundo cultural,
vomita con el fin de mendigar la gloria.
Que no mono, que viene sola
y para ello deberás ser digno a imitar.

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