lunes, 9 de abril de 2007

El otoño de año sexto

El otoño, con sus hojas
viste de naranja el alma.
Y el cielo de Madrid contempla;
El cielo de Madrid se calla.

El manto gris llantero,
augura sobre la seca urbe.
¿y el viento? sonriendo;
¿y las gentes? se interrumpen.

El olor humeante acecha el camino.
Y los hombres con gabardinas grises.
Más la histeria es en el claxon
de los metálicos cisnes.

El lago de asfalto esta escuchando
el requiebro incesante
de la llantina de algún santo,
que cuando de paz tiene hambre
llama a una nube y termina su trabajo.

Pues yo aquí confundo.
La tierra embarrada
disgusta mis prisas
y despista mis bobadas.

Así es que de la nada,
nace el equilibrio de un puente
que llamándose modesto
cruza de mi hogar hacia la cultural psíque.

Trazado mi camino
tras el somnoliento viaje,
pues en el trayecto aprendo
y cuasi dormida cultivo mi arte; describiendo.

Madrid en la calma de noviembre
cuida los dinteles del sosiego.
Y la arquitectura al perecer ciego
atestigua el trote de su enjambre.

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